Capítulo 1: El internado.

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El subidón de adrenalina era lo mejor de aquellas salidas nocturnas programadas y calculadas. Se repetía el mismo patrón una y otra vez y se debía ejecutar con cuidado si no querían que las pillaran. Escapistas profesionales.

Tenían un horario predeterminado en aquel colegio:

19:00h. Cena.

20:30h. Baños.

21:00h. Dormitorios.

00:02h. Quedada en los pasillos.

00:04h. Cocina.

00:06h. Salida por el boquete que había en la verja que rodeaba el colegio y que estaba tapado por unos matorrales.

Fue toda una casualidad encontrárselo, y cada vez que decidían escapar tenían que ser rápidas, porque un minuto más tarde o un minuto antes podrían ser encontradas por uno de los conserjes que hacían ronda en los pasillos. Pasaron muchos días pegadas a la puerta de la habitación vigilando la sombra que creaban sus pasos en los pasillos para cronometrar las horas de las guardias.

—¡Raven! —escuchó a Edna a su lado y se giró para recibir una diminuta camisa que le lanzó.

Le sonrió con picardía antes de quitarse la del uniforme de la escuela y colocársela, haciéndole un nudo para enseñar más su abdomen. Después se quitó la falda de cuadros escoceses y subió por sus piernas uno de los pantalones ajustados que se compró en otra de sus salidas con sus amigas.

Eran tres y llevaban juntas desde que comenzaron en ese colegio, es decir, desde los seis años. Edna era morena, ojos marrones y la más alta de todas, Leah también morena, de ojos claros y la más bajita. Ella podría estar en altura entre sus dos amigas de forma proporcional, y era castaña con ojos marrones. Leah fue a la primera a la que conoció y más tarde Edna entró también en el grupo, fue la que comenzó primero con eso del escapismo al tener a un novio fuera esperándola. Sorprendentemente, y a pesar de que Leah y ella en secreto decían que no iban a durar, seguía con él desde aproximadamente unos tres años.

—Me muero por ver ya a Greg —comentó mientras se abrochaba uno de los tacones.

—Tres años y sigues queriendo follártelo. Debe ser amor de verdad —le contestó Leah, y ella soltó una risita.

Es amor de verdad —dijo seria, pero rápidamente adoptó esa sonrisa de tonta enamorada.

Se terminó de subir la cremallera de sus botines y miró a sus amigas sonriente.

—¿Vamos?

Las dos asintieron a la vez y comenzaron a correr hacia la salida de aquella casa medio en ruinas donde dejaban sus mochilas deportivas con la ropa del colegio tras dar el cambiazo por la que se ponían para las fiestas. A veces era complicado colarlas en la lavandería del colegio, pero Leah consiguió camelarse a la mujer que trabajaba allí y les guardaba el secreto a cambio de que le llevaran tabaco o cualquier cosa que pillaran al día siguiente. Todo muy ilegal.

—¿Irá esta noche Walter? —se burló Leah y ella la miró de reojo antes de reír mientras le daba un empujón con la cadera.

—Está loco por ti —participó Edna—. Greg me dijo que no deja de hablar de ti en los entrenamientos, y que cree que va a pedirte que salgas con él.

—No quiero tener nada serio con nadie —rechazó—. No mientras esté en esa cárcel. No sé cuántos móviles me han quitado ya. Imaginad la de dinero que voy a conseguir una vez salga y pueda vender todos los modelos.

—Ah, Greg te trae hoy uno antiguo que tenía con tarjeta y todo. Luego se lo pagas.

—Espero tener justo, estos pantalones me han costado una fortuna. —Tiró de la goma de la cintura de la prenda y alzó las cejas.

¿Jugamos al escondite?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora