Onírico Enésimo

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Onírico: 
1. Del sueño o relacionado con las imágenes y sucesos que se imaginan mientras se duerme.
Enésimo: 
1. Número que ocupa un lugar indeterminado en una serie o sucesión.  

¿Qué es aquello que, cuando lo necesitás no lo tenés,
 pero cuando lo tenés no lo necesitás?
   

La noche es fría y joven, marcho a gran velocidad en mi bicicleta por un camino inusualmente desolado que atraviesa la ciudad de norte a sur. No puedo oír nada más allá de la música de mis auriculares, así que asumo que es una noche tranquila.

El viento invernal roza mi cara mientras pedaleo con fuerza, en un desesperado intento por agotar mis energías y vencer al endemoniado insomnio que me acosa.

¿Qué es eso?

Cuadras abajo, un grupo de manifestantes con carteles y vestidas en tonos rojizos camina de oeste a este, por una calle que en menos de un minuto voy a pasar.

¿A quién se le ocurre hacer una protesta callejera a esta hora de la noche, cuando todo el mundo se queda en casa para resguardarse del invierno?

Comienzo a frenar. Al entrar en contacto con las llantas de la bici, los tacos de freno chillan y alertan a las manifestantes, que llevan crucifijos y sangre menstrual. Al oler testosterona en el aire, estas feminazis empiezan a acercarse – no sin una gran renguera – hacia mí.

Considero doblar a la izquierda para perderlas, evitando ser linchado y quién sabe qué más. Volteo la vista y no puedo creer lo que veo. Son femi... femizombies, corriendo hacia mí a poco más de cien metros de distancia. Doy la vuelta para regresar a todo pedo y en contramano, pero también están allá.

Doy un pequeño salto para trepar el cordón oeste, mi única escapatoria y donde pasa la vía del tren. Hago tan sólo unos metros y me resulta casi imposible seguir avanzando. Miro las ruedas y estoy en llantas. ¡Se pincharon ambas!

Dejo la bici ahí nomás y sigo a pata, corriendo a toda prisa. Bajo la pequeña loma de la vía y encuentro un pequeño grupo de personas teniendo una reunión bajo las estrellas en medio del parque.

Son un grupo de cristianos, que se sientan de cuclillas en ronda para hablar entre sí de un modo equidistante entre la humildad, la sumisión teísta y el destino manifiesto.

No doy más del asco, pero no tengo muchas alternativas. Cagado hasta las patas y preocupado por mi vida, me siento al lado de una chica que parece no odiar a los hombres, sino todo lo contrario.

De algún modo tácito razono que el predicador y líder del grupo es un evangelista intocable, que si me acepta en el grupo estaré a salvo. Tal vez su agua bendita repela feminazis o quizás tenga una retórica hipnótica, no lo sé.

"Cómo te llamás?", me pregunta el predicador. "Lucas", respondo. "Lucas cuánto?". Mierda, le di mi nombre real. Si me buscan en las redes sociales van a saber que soy un farsante, ¡que en realidad no creo en Dios!

"Lucas Fernández", miento. Es el nombre de un amigo que sí cree en Dios y en Jesús y en Cristo.

El predicador sonríe amablemente. Uno del grupo cuenta cómo durante el último mes fue un hijo del mundo e ignoró su fe, y que luego tocó fondo y en una especie de epifanía vio al señor y recibió fuerzas para retomar el buen camino.

"Amen", dice de pronto uno. "¡Amen!", me sorprendo diciendo en coro con los demás. La chica sentada junto a mí me mira de reojo y roza mi mano. Todo parece ir bien, así que me olvido por un instante de la horda mata machos.

Mundos posibles (Relatos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora