Apocalipsis

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Lo presentí desde que desperté, sobre todo por los múltiples sueños que tuve anoche. Se me aparecían caballos con cabeza de gatos y rugían como leones, me perseguían por caminos pavimentados de flores rojas, que tenían dientes y trataban de morderme. Visiones pesadillescas que me atormentaron durante mis horas de sueño que claramente eran un aviso del Apocalipsis, una catástrofe, la muerte.

Me levanté aún mareado por las imágenes de mis sueños, y Nerón me esperaba ansioso con maullidos, pidiendo comida y cambio de agua. Recién después de una ducha fría pude despabilar más y enfrentar el día que me esperaba.

Mi caminar fue tranquilo, pero las imágenes del infierno en mi cabeza no me abandonaron, por más que trataba de escuchar canciones en mi Spotify que me sacaran de aquel letargo. Estaba en esto cuando choqué con un transeúnte que se encontraba paralizado frente a mi, mirando hacia el cielo. A mi alrededor habían cientos de personas haciendo lo mismo, por lo que los imité curioso, para saber qué había en las alturas. Y ahí estaba, la señal de que algo malo iba a suceder.

Un círculo de arcoíris rodeaba al sol. Este efecto apocalíptico llamó la atención de todos los santiaguinos, que sin excepción tenían volcadas sus miradas hacia el cielo. Yo me quedé catatónico en medio de la vereda y en mis pensamientos volvían a aparecer una y otra vez las imágenes terroríficas del sueño y mis posibles interpretaciones de lo que significaban. De seguro era algún cataclismo, un terremoto grado 10, volcanes en erupción. Las flores rojas eran la sangre de todas las víctimas que bañarían los suelos y los caballos con cabeza de gato...bueno eso creo que fue una mezcla entre que le tengo miedo a esos animales, unido a que Nerón siempre duerme encima mío, o tal vez así lucen los jinetes del Apocalipsis, ni idea. Mi cabeza se detonó y decidí no ir a dar clases el último día de mi vida y salí corriendo a ver a la persona que amaba.

Llegué a la consulta, mi ex pega, y en la cual la Lore seguía trabajando. Entré corriendo y ni siquiera saludé a la recepcionista que me gritaba "¡Señor no puede pasar!" y me metí sin tocar la puerta en la oficina de ella y me topé con el peor espectáculo del mundo, peor que mis pesadillas y que el círculo diabólico alrededor del sol. Ahí estaba sin ropa, en su escritorio y sobre ella mi ex paciente, su actual pareja.

Cuando me vio, gritó y él continuó sin que nada importara y yo salí retrocediendo hasta que choqué con la pared. En mi mente sólo pasaban escenas de una vida anterior, en las que yo era ese hombre teniendo sexo en la oficina con mi polola; en las que me sonreía cada vez que me miraba; y las veces que compartíamos el helado de chocolate mientras veíamos películas. Pasado. Todo pasado.

Salí corriendo nuevamente, mientras la recepcionista me seguía gritando, pero ya no importaba nada, ni siquiera el fin del mundo. De pronto me vi arrancando del horror del 11 de septiembre en Nueva York y nuevamente me sentía perdido y ahogado como ese día. Ahora mi mente navegaba en cientos de escenas pasadas; mis padres, mi abuela, el sur, la machi, la universidad, la Lore, Nerón y sólo terminé esta carrera sin sentido, porque a lo lejos vi a alguien levantando los brazos y diciendo ¡detente por favor!, pero ya era tarde, choqué con ella y la terminé tirando al suelo y cayendo encima. Era mi vecina Mónica.

La levanté avergonzado, me bombeaba la cabeza con tanto pensamiento que se había cruzado a mil por hora y no podía emitir ni una frase correcta en ese momento, por lo que ella me miró molesta, pero luego su expresión cambió a preocupación y me preguntó si estaba bien. No sé lo que sucedió, lo juro que no soy así, pero vi sus ojos transparentes, su calidez y no pude evitar tirarme a sus brazos y llorar desconsoladamente. Ella no dijo nada, sólo me apretó muy fuerte, me sobó la espalda con sus manos pequeñas y delicadas y repetía "desahógate no más, ya todo va a mejorar".

Nos sentamos en la plaza, ella me ofreció un pucho, se lo acepté y conversamos largo y tendido bajo un sol rodeado por un arcoíris, que tal vez era un presagio, pero de algo bueno.

El vecino del 51 ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora