Capítulo Diecinueve: Verdades a medias.

224K 29K 14.4K
                                    


Capítulo diecinueve: verdades a medias.



—Tengo cinco hermanos. Dos mujeres y tres hombres. Soy el segundo hijo de seis. La mayor es Livia. Es mayor que yo por tres años.

—A tus padres les gustaban los bebés —intento bromear y eso lo hace dibujar en su rostro una sonrisa ligera.

—Sí, era un poco molesto que siempre hubiera un hermanito. Empezaba a caerme bien el bebé nuevo cuando tiempo después llegaría otro al que debía hacer que me agradara —Rueda sus ojos—. Se llaman Livia, Niklas, Lorenz, Dietmar y Fabienne. Van en ese orden, la menor tiene quince años.

»Cuando nací, mi mamá me llamó Moritz Edwards Schwarzenberg. Mi segundo nombre era su apellido de soltera, el de mi abuelo materno, ella quería de alguna manera perpetuarlo y al ver que tendría un niño fui nombrado como Edwards. Soy el único de mis hermanos que tiene otro nombre.

—De acuerdo —digo porque siento la necesidad de hacerle saber que me mantengo escuchando y sigo aquí.

—Mi familia es complicada, Valerie. Es convencional en algunas cosas, pero en otras no. Nací y crecí en Austria. No me faltó nada al crecer, podría decir que el dinero y lo material sobraba. Y mientras que mi abuelo era un hijo de puta que creía debía hacernos fuertes física y mentalmente, mi mamá y mi abuela eran amorosas y dulces. No me faltaba amor si es lo que piensas.

— ¿Y tu papá?

—Anton, mi padre, es un tipo peculiar —Da otro sorbo a su té—. No era totalmente un mal padre, pero a veces no sabía cómo ser uno. Era como si olvidase que éramos hijos y no inversiones. Era como ser sobado, pero luego apaleado por la misma mano, supongo que es culpa del padre con el que fue premiado. Luhanne, mi abuelo, hizo un poco de buen trabajo en hacer a su hijo su semejante —Hay otra pausa—. Valerie, esto es muy serio. No puedes repetirle a nadie los nombres que te estoy dando, ninguno de ellos.

— ¿Por qué?

—Porque es mejor así, me gusta mi vida apartada de ello y quiero, necesito, que continúe así. Es parte de mi secreto.

—No son mis secretos para contar, no le diré a nadie —prometo y me cree, no hay duda en que lo hace.

—Hay ciertos aspectos de mi infancia que son duros, que no fueron bonitos —Toma uno de los brownies y lo come—. ¡Jesús! Tal vez debería cobrarle a Dietmar su estadía con estas cosas, es realmente bueno en esto.

—Lo es —Sonrío ante su deleite y para aligerar la conversación.

—Tenía una amiga de la infancia, se llama Gesine. Crecimos juntos, es solo un año menor que yo —Termina de comer su brownie—. Es evidente que cuando tuve consciencia de lo que era una erección mis hormonas apuntaron a la hermosa niña que siempre estuvo conmigo, que limpiaba mis heridas, a la que abrazaba cuando lloraba y a la que sin duda algunas quería darle el primer beso.

De acuerdo, no tendría por qué sentir celos, pero lo hago y son emociones amargas, incluso, confusas.

—Así que lo hice. Con doce años le di su primer beso y estaba "loco de amor" por esa niña. Lo gracioso es que no lo sabíamos, pero nuestras familias nos habían comprometidos.

— ¿Qué?

—Sí, éramos un poco tradicional en algunas cosas, no es que iba a quejarme. Cuando escuché a Anton decirlo a mi mamá, en realidad, estuve extasiado, algún día esa niña sería mi esposa. ¿Cómo podría encontrar algo malo en eso?

El Secreto de su Arte (#3 Saga InfoNews)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora