Prólogo

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Medio desorientada, me levanto del suelo. Le indiqué a mi alarma que sonora a las cinco de la mañana y no lo hizo, si no fuese por el gallo de los vecinos, y que me caí de la cama por mi extravagante forma de dormir, hubiera soñado todo el día. Luego de una ducha, me alisto a la velocidad de la luz, me alegra que mamá preparara mi vestuario; por poco olvido qué debo usar hoy. Es un vestido celeste de encaje y listones blancos. Me preocupa el tiempo que perdí y aún me falta algo para bajar.

—Hija, ¿vienes? —pregunta al otro lado de la puerta.

—Ahora voy.

—Son las siete menos cuarto, ¡apresúrate!

—Ya... —suspiro.

No encuentro la videocámara de Chris y me resigno a ocupar mi teléfono, no tendrá la calidad que espero, mas lo importante es que mi mensaje sea registrado. El primero que hice no me convence. Tartamudeo, me sé la historia, pero soy tímida ante el lente. ¿Cómo empiezo? ¡Y todo por dejarlo para último momento!

—Nos vamos —anuncia él.

—¡Oye! —salgo corriendo—. ¿Y tu cámara?

—En el coche, nos servirá en el evento.

—¿Me la prestas?

—¿No grabaste ayer? —reprocha mamá.

—Lo siento, me faltó una parte. Ahora la haré.

—Que sea en la habitación, en lo que terminas se da la hora.

—¡Oh, sí! —salto las gradas—. Caminen.

—Claro, señorita —se carcajea Chris.

—¿Llevan el cargador?

—No tienes que mencionarlo.

Durante el trayecto al hotel planeo mi vídeo de felicitaciones, no quiero que sea protocolario como el anterior, debe tener mi esencia. Hiel para su mundo, almíbar para el mío. Una idea grandiosa se me ocurre, algo que nadie imaginaría. Mamá y Chris se quedan aparcando y corro a la habitación que reservaron para las damas, si bien la iluminación del sanitario no es adecuada, para no tener preproducción está perfecta. Arreglo mi cabello y sonrío.

—¡Acción!

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