El principio

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Iba pensando en él, me costaba aceptar que el momento inimaginable se realizaba. Apenas pude conmigo toda la mañana, mis amigas me ayudaron a elegir el vestuario y maquillaje ideal. Sin duda lo sorprendería, y es que eso aspiraba: ser de su agrado. Existir a su lado. Había logrado la primera parte, su atención, a ese punto la más fácil. Tocaba retenerlo. Mi delgaducho cuerpo tiritaba de emoción, no podía seguir viéndolo y callarme.

Giré en la esquina continua que anunciaba el final de mi camino, deprisa revisé mi aspecto en la vitrina del comercio cercano, sí que hicieron un trabajo fantástico: lucía bonita. Ellas dijeron que no era una cita, ni contaba como una porque íbamos en grupo, sin embargo, para mí lo era. Me invitó, lo hizo, lo que soñé por meses se cumplió. Con un último suspiro avancé y ahí estaba: pantalón azul y camisa blanca, largo cabello negro sujeto con una cinta, piel ligeramente bronceada, sus ojos marrones brillaban y sus manos suaves le alzaban el rostro a otra chica para besarla.

La muchedumbre calló porque conocían la situación, tuve el tiempo del mundo para no malinterpretar la representación. Mi pecho se desbarató de dolor. Parecían ajenos a todos y todo, era una escena hermosa y romántica, el problema fue que yo no la protagonizaba. No me quedé para ser humillada de nuevo, aunque me responsabilizaba de las anteriores pues todavía no le decía. Esa vez fue diferente, le confesé lo que sentía y me contestó con un boleto, esa tarde me daría su resolución. Tan humilde y comprensivo se portó, cuando me abrazó el color volvió a mí, creí que me aceptaría, que andaba a su nivel... Jamás regresé la vista, su mejor amigo me alcanzó para excusarlo, mas dimitió porque no necesitaba traducción; la eligió y ni se acordó de mí. Consentía que no me correspondiera, me bastaba un: «gracias, pero...»

Si vivía bien sin mí, yo lo estaría sin él.

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