Cinco

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Una de las tantas cosas que Valentina había perdido con la partida de su padre era la sensación de tener una familia.

Desde que León, el último eslabón que mantenía unidos a los Carvajal, había fallecido, las reuniones para desayunar juntos para hablar de todo y de nada, presenciar las discusiones entre Eva y Lucía, su papá tratando de poner paz mientras ella y Guillermo rodaban los ojos prefiriendo concentrarse en disfrutar de su comida o en molestarse el uno al otro, no habían vuelto a suceder.

Cada uno de ellos había encontrado una forma propia de lidiar con el duelo.

Para nadie fue una sorpresa que Eva decidiera concentrarse cien por ciento en el trabajo, entregando su tiempo, y quizá también su matrimonio, a mantener el nombre de la empresa viento en popa. Lucía había tomado un giro similar con Grupo Carvajal añadiendo actividades a su agenda al crear un par de fundaciones para introducirlos al mundo de la ayuda social. Y Guille, su dulce y tranquilo hermano Guillermo, por años el único amigo verdadero con el que contó, tornó su entera atención a su propia familia. Su esposa Renata y su pequeña hija Elena, el refugio perfecto para tratar de adaptarse a esta nueva realidad en la cual su padre no era más que un recuerdo.

Para la modelo sin embargo, tratar de sobrellevar el dolor de saber que ya no tenía a su más grande fortaleza a su lado no le había sido nada fácil. Todo aquéllo que le fue enseñado en Canadá acerca de controlar y canalizar sus emociones se había ido por la borda en el momento en que supo que su padre ya no estaba en este mundo. No entendía cómo es que los demás parecían estar saliendo de a poco de aquel agujero negro cuando ella sentía que toda su energía, su alegría y sus motivos para seguir adelante se perdían en la oscuridad que sentía nacer en su interior, ahogándola en un mar de tristeza que parecía no tener fin.

Ser una figura tan pública no era de mucha ayuda tampoco.

No podía dar un mal paso o ser fotografiada con una expresión extraña en su rostro porque los rumores comenzaban a correr de inmediato.

La mala reputación era una batalla que libraba desde años atrás. Causándole incluso conflictos con su papá sin llegar a nada más que llamadas de atención. La diferencia de aquel entonces era que mucho de lo que antes eran únicamente rumores, ahora se habían convertido parte en realidad. Las fiestas, el alcohol, alguna que otra vez una pastilla de algo que le ayudaba a aumentar sus sensaciones, y eso era preocupante.

A Lucho le agobiaba que este tipo de noticias impactara en su imagen ahora que estaba a punto de quedar como dueño absoluto del bufete jurídico de su padre, a Eva la mella causada en el reputación del apellido Carvajal y a Guille... él... a él le importaba como a nadie el bienestar de su hermanita.

Lo podía ver en su rostro, en sus gestos Esa mirada de cachorrito preocupado que tenía cada vez que hablaba con ella últimamente, le estaba siendo ahora tan incómoda como bienvenida mientras la observaba del otro lado de la mesa donde compartían el almuerzo junto con Lucía, quien también se interesaba bastante en ella.

— Vale — llamó Guillermo con suavidad, tomando su mano, tratando de recapturar su atención — ¿Nos estás escuchando?

La modelo se sintió descubierta por un instante, mas recordó que no se trataba nada distinto a lo que había escuchado de la mayoría de las personas últimamente.

— Sí, claro... debo de ser más consciente, menos irresponsable, mi imagen, la de la empresa, el apellido...

— Vale, Vale — intervino ahora su madrastra sujetándose de su mano disponible interrumpiendo el sarcástico discurso — sabes bien que no lo decimos por eso. Tú entiendes que esas tres cosas son las que menos me motivan a estar aquí. Estoy segura que sí, porque conoces perfectamente que daría hasta el último centavo por traer a León de regreso y que tú, Guille e incluso Eva harían lo mismo. ¿Lo sabes verdad?

Slipping Through FateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora