Capítulo 2

87 12 0
                                    

"Yo, ellos...

mi conciencia."

Puedo ver a mi madre quedarse parada en la puerta, como estupefacta, dando paso inmediatamente a la emoción que no se molesta en retener y corre a abrazarme diciendo mi nombre. Mi padre, que venía justo tras de ella, con la misma reacción se apresura hacia nosotros y abraza tanto a mi madre como a mí. Puedo escucharlos llorar y puedo notar a mi papá tratando de hacerse el fuerte, mientras que mi madre no retiene nada para sí misma y repite una infinidad de veces que está feliz porque finalmente estoy de vuelta.

Mamá acaricia mi rostro, mi cabello y examina mis ojos con una minuciosidad que solo ella posee. Besa mi frente y vuelve a abrazarme, sin detener el llanto, sin detener la inminente felicidad que puedo sentir en cada gesto que me demuestra. Papá por su parte, como siempre y en esa actitud tan inmutable se limita a abrazarme, pero tras esa simple muestra de preocupación se oculta un sinfín de emociones que posiblemente muy pocos noten, pero para mí, son más que notorias. Mi padre siempre fue un ser humano serio y de pocas palabras, pero tras esa actitud de persona dura se esconde un hombre que protege lo que ama y ama lo que realmente es importante. Es por eso que dentro de su simplicidad en cuanto a la demostración de sus sentimientos se debe tener una habilidad nata para poder interpretar cada gesto, porque en lo poco que demuestra hay infinitos significados. Aun así, curiosamente, es más débil que cualquiera de nosotros, cuando se desmorona, no queda parte de él en pie.

—Finalmente—solloza mi madre—, has despertado.

—Me tenías preocupado, Sasha—dice papá con voz quebradiza—. Estoy feliz de que estés de vuelta con nosotros.

Mi padre, sin poder contenerse más, suelta sus lágrimas, dejándolas caer sobre mi rostro. Están tibias.

—Yo...

—Estaba tan preocupada—advierte mamá sin parar de llorar—. No sabía qué hacer, no sabía si estarías bien.

—Mamá...

—Esto es... un milagro—murmura mi padre tratando de mantener la compostura, aunque no lo está logrando—, estás aquí, con nosotros.

—Lo siento—susurro.

No sé qué más decir. De mi boca sale simplemente un "lo siento" que no sé por qué razón siento que tengo la necesidad de decírselos. Los he preocupado, les he hecho pasar un mal rato, y hacerlos entristecer siempre ha sido lo último que he querido para ellos y para cualquiera. Posiblemente esa sea la razón por la cual me disculpo, o tal vez sea porque trato de excusar mi debilidad con simples palabras. Soy todo un problema, lo sé, y sé que ellos lo saben, sé que Karla y Cori lo saben, pero me cuesta decidir si soy yo a quien se le dificulta aceptarlo de una buena vez o es a ellos quienes por miedo a dañarme no me lo dicen.

—¿De qué estás hablando?—dice mi madre enjugándose las lágrimas—. Solo mírate, ¡has despertado! ¡Esto no puede ser mejor! No tienes idea de cuan preocupados estábamos.

—Lo siento.

Sinceramente, prefiero limitarme a esas palabras. Soy demasiado cobarde.

—Ya deja de disculparte de una buena vez—me reta Karla—. Deja a tu madre y a tu padre disfrutar su felicidad. ¿Qué acaso no lo notas? No has causado ningún problema, simplemente solucionaste uno y mira, por un pelo te salvaste y nos salvaste.

—Tengo que llamar a tus tíos—advierte mamá—, todos están preocupados por ti.

—Cierto—reafirma papá—, han estado llamando cada cinco minutos estas dos semanas, incluso Tránsito ha estado al pendiente.

Sasha: Diario de un chico adolescente (Vol. II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora