XIV

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Esta mañana se levanta como otra cualquiera. Paseo por todos los pasillos, hasta que tengo hambre y me dirijo al comedor. Desayuno sola. Una naranja seca, un vaso de leche, y un pan sin nada que untar. Corren los rumores de que ha habido un accidente en carretera y por eso tenemos esa comida tan triste. Yo no me lo acabo de creer. La comida es la de siempre. A mí me basta y me sobra.

Volviendo por los pasillos, busco a Morgan, entre el gentío. Pero no le veo. Decido buscarle fuera. Me encamino a la salida principal. Veo a Suzy columpiándose de lámpara en lámpara de la biblioteca. En esa estancia, es tiempo parece haberse quedado estancado en una época pasada que no logro ubicar. Suzy me saluda y luego sigue en su diversión. Sigo caminando inmersa en mis pensamientos.

De pronto, alguien me derriba.

¿Quién narices viene ahora tocarme los...?

Me interrumpo.

Mi contrincante es Oriana.

– Oriana aléjate– digo. No soy violenta, pero ya puede irse por donde vino.

– Aléjate tú de Morgan– me escupe, como quien tiene un sapo en la boca.

– En tus sueños– respondo. Ella eligió su destino, repito, no soy violenta.

Sin más que decir arremete contra mí.

Todos los que están alrededor se giran para vernos pelear. Cabrones, ahora no avisan a ningún médico, no. Es mucho más divertido observar.

La esquivo por muy poco. Cae al suelo por la inercia. Toda mi fuerza y rabia se centran en una patada que le propino en las costillas. Grita de dolor. Yo disfruto de su agonía. Me descuido. Se levanta me tira al suelo. Mi cabeza se da violentamente contra las baldosas. Me mareo un poco. Está a punto de lanzarme una patada a la cara, pero pongo el brazo delante y aparto la cabeza. Un dolor agudo invade mi antebrazo. No grito.

Otra patada viene. Esta la agarro, y tiro al suelo a mi oponente. De un salto estoy sobre ella. La inmovilizo. Se acabó su tiempo de vida. Le doy en la cara con mi puño. Repetidas veces. Pierdo la cuenta. Ella sigue consciente. Sangra. Grita. Está con la cara irreconocible. El toque final y... Me escupe. Me desconcierta. Las cosas han cambiado. Ahora ella tiene ventaja. Aún con los ojos amoratados, sigue viéndome. Me preparo a aguantar lo que venga.

– ¡Azul, para! ¡Parad las dos!– retumba en todo el hall ese grito desesperado.

Paramos. Obedeciendo inconscientemente.

– Morgan– dice ella.

Se aleja de mi tratado de demostrar todo su desprecio hacia mí. Hija de puta. Salto sobre ella. Morgan puede decir misa. La voy a pegar un puñetazo. Inesperadamente alguien me agarra por detrás y me aleja de Oriana. Mis pies se separan del suelo.

– ¡No!– protesto.

Forcejeo, pataleo, pero quien me agarró no me suelta.

– Azul, cálmate– me dice Morgan. Él es quien me sujetaba.

Quiero matar a Oriana, ¿acaso no lo entiende? Sigo forcejeando. En algún momento me soltará.

Me lleva lejos. Hacia el bosque, pasando por delante del banco que me pertenece. Yo protesto. La rabia se va apagando a medida que nos alejamos. Pero sigo luchando.

De pronto me sorprende besándome en la nuca.

– Te dejo en el suelo si prometes quedarte quieta– me susurra en el oído.

Que dulce me trata.

Me encanta.

Me relaja.

Dejo de patalear y él cumple con su promesa y me deja en el suelo.

AzulWhere stories live. Discover now