Capítulo III: La manera kawaii que tuvo La Princesa a Caballo de coronarse

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En el capítulo anterior, nuestra Princesa a Caballo al hostal llegó y, con un arrullo de cuna que su descerebrada cabeza imaginó, al mundo de Morfeo por fin pudo llegar y su fatigado cuerpo descansar.

Al día siguiente, a eso de las seis de la mañana, con gran serenidad y grandeza se despertó. Se refregó ambos ojos con sus puños, bostezó con la fuerza del motor de un avión y abrió tanto la boca como un hipopótamo, y sus brazos estiró hacia arriba y adelante y después se paró, giró sobre sí misma dando tantas vueltas que se mareó y a la cama rendida cayó.

Si te preocupas por el estado de nuestra princesa, pues no debes temer, ya que nada de vómitos ni de tal, solo dando vueltas su cabeza quedó, que por su pequeñez y el vacío que había, mucho se movió y chocó.

—Como voy al mundo recorrer, en cada esquina, en cada rincón, en cada cueva, en cada sillón, en cada alfajor, en cada jabón, en cada casa, en cada mansión, debo a mi cuerpo acostumbrar, para que nada de mareos me detenga ni retenga, ningún obstáculo ni retención de líquidos, ¡ni mucho menos si vomito! Seguiré girando cada mañana para que al levantarme de la cama pueda controlar mejor mis mareos, ¡que sabe Dios que en cada parque de diversión mi recuerdo dejo!

Tras estas palabras que en tono de discurso emitió, ya queda más claro el porqué de tales movimientos que en aquél lugar hizo hoy. Aunque no es una hazaña, le vale al lector conocer este tipo de detalles, para una mayor claridad de ella tener y no quedarse solo con las teorías conspirativas que de ella se hacen y que poco de la realidad o mucho de esta saben.

Meditando en la habitación del castillo que para su cabeza tal era respecto a cosas de princesas, cayó en el detalle que en otro momento había pensado: coronarse como princesa por uno de sus vasallos, pues no podría proclamar su nuevo linaje de nobleza si corona en su cabeza no posaba.

Justo en ello, cayeron las 7 de la mañana, por lo que se alistó para levantarse pues pensaba que el desayuno a esa hora servirían. Agarró su vestido, acomodó los stickers que por su mala calidad su pegamento ya empezaba a ceder, cambió de posición sus chapitas de princesa pues cada día, al ser un día distinto, debía ser distinta la distribución de sus chapitas, tomó su cartera y buscó su maquillaje, pero un estruendo en su barriga que pedía por comida se lo impidió, así que decidió que tras tomar su desayuno tal tarea haría.

Salió de su habitación y caminó hacia donde pensaba que estaría el comedor, al caso que una de las muchachas universitarias que estaban ayer en la entrada del hostal la vio. Nuestra princesa, al ver que esa mujer la miraba, pensó que era una nueva vasalla, que por su respeto a la princesa no se acercaría a ella; en resolución, nuestra princesa a ella se dirigió y le declamó las siguientes palabras:

—¡Aloja-Miento, vasalla mía! No temas en acercarte. No soy de las princesas de sangre azul, tengo la sangre rosada. No soy de las comunes sino la princesa de la web, del globo terráqueo, del globo aerostático, de los mares que en la web se navegan y en la tierra mojada me dejan, ¡soy La Princesa a Caballo! Dime cada vez que me veas "Aloja-Miento", esa es la señal de mi reinado. Ven nada más, pues para mí es el honor conocer a mi primera vasalla, ¡ven a mí!

Se me olvidaba decir que la universitaria en la noche pasada, tras la llegada de tal sinigual figura, con su amiga que la acompañaba conversó. Tras las risas iniciales de bienvenida, esta se preocupó por La Princesa a Caballo, pues decía que con tal desvarío peligroso sería de un lugar a otro andar. Así que pensó seguirle la corriente para sacarle información de cómo se llamaba, de dónde venía, para acompañarla a su casa y dejarla sana y salva. La universitaria había aprobado su primer año de Psicología, por lo que más interés le daba la Princesa a Caballo y más preocupación en ella nacía.

—¡Aloja-Miento! Muchisisisísimas gracias por permitirme acercarme a ti... ¿Cómo te llamas!

—Soy la Princesa a Caballo, gobernadora de...

—Pero —interrumpió la universitaria—, dime tu nombre real.

—Mi realeza me llama La Princesa a Caballo.

—Pero me refiero a tu nombre real —insistió la universitaria.

—Por eso te digo, vasalla mía, mi nombre real —que en su cabeza asimilaba a realeza— es La Princesa a Caballo.

—Bueno, dejémoslo así —sentenció la universitaria al ver que nada lograría con insistir con su nombre—. Yo te diré más de mí: soy Anita y cuando chica me gustaba la Cenicienta. ¿A ti te gustan las princesas, cierto?

—¿Te llamas Anita y te gusta la Cenicienta? ¡Tu nuevo nombre será Anicienta!

—¿Anicienta? —pensó en voz alta la universitaria—. Bueno, si eso te hace feliz, seré Anicienta. ¿Cómo te has sentido?

—¡De maravillas!, pues en la cama no me hice pis estando en este tan magno castillo, lo que significa que mi arrullo funcionó.

—Entiendo... eh... creo que Freud algo dijo de las princesas... ah, no, era de Electra... y creo que no era Freud sino Jung... ¡Maldito Jung! Debí poner más atención a las clases para ayudarla ahora.

—¿Ayudarla, a Electra? ¡Solo dime dónde está para ir a su rescate del malvado Jung! —dijo enérgicamente nuestra princesa al oír a la universitaria las palabras antes dichas.

—No, no, no... rayos... eh... ella ya está a salvo. Mi amiga, la que viste ayer en mi compañía, fue a salvar a Electra del malvado brujo Jung.

—¡Eso está muy bien!

Un rugido estruendoso de la barriga de La Princesa a Caballo resonó en todo aquel lugar, razón por la que Anicienta la invitó a tomar desayuno, con lo que raudamente al comedor se fueron. Tomaron té con una tapa de pan tostado con mantequilla, que curiosamente ambas preferían para el desayuno.

Conversaron sobre las historias de princesas, de los problemas que tenían, del príncipe azul que las salvaba y del desacuerdo que para Nuestra Alteza le significaban. En eso, ya con la guatita llena y el corazón contento, La Princesa a Caballo le pidió a Anicienta que la coronase princesa.

—Su Majestad, para mí sería un verdadero honor coronarla princesa y me alegra mucho saber su perspectiva de la realeza no alejada del pueblo, sino formando parte de esta.

Justamente el día anterior, Anicienta fue al cumpleaños de su primita pequeña, en el que a cada invitado se le dio una corona con motivo de la celebración de la fiesta con temática de princesas. Fue en busca de esta, se lo mostró a La Princesa a Caballo, y cuando se alistaba a coronarla, Nuestra Alteza la interrumpió diciendo:

—No, no, no, ¡así no será mi coronación! Tiene que ser con una ceremonia para tal suceso, con globos rosados, ¡muchos globos rosados!, y maquillada como me gusta, y con mi caballo MLH acompañada, y con música de princesas sonando, y en la calle, para que todo el mundo sea testigo y nadie diga que ha sido engañado, ¡porque salvaré al mundo de los males del mundo!

Como ya se dijo antes, Anicienta no quería contrariarla, así que compró globos rosados, los infló y pegó en la entrada del hostal, esperó a que se maquillase La Princesa a Caballo, la acompañó a buscar a MLH, y con un parlante portátil en la calle reprodujo a todo volumen la música de princesas que para el cumpleaños de su primita se usó. De esta forma, y con curiosos que por tal escándalo se detuvieron a ver qué pasaba y uno que otro grabó y subió a YouTube, se llevó a cabo la coronación.

La Princesa a Caballo. Desventuras de una youtuberWhere stories live. Discover now